Ojalá escuches siempre lo que escucho cuando te escucho.
Ojalá veas siempre lo que te veo cuando te veo.
Ojalá sonrías siempre lo que te sonrío cuando te sonrío.
Ojalá sientas siempre lo que (te) siento cuando tomo tu mano.
Ojalá suspires lo que suspiro lo que te suspiro.
Ojalá sea este el juego sin fin, donde llegamos al cielo y volvemos a empezar.
Conoces el juego.

6 de marzo de 2015.

«(…)y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.»